Me declaro un fanático del cine. Me gusta mucho ver películas; algunas de las películas que he visto entregan un mensaje profundo, pero otras simplemente son para pasar el rato y divertirse. Las buenas historias son las que nos dejan algo para reflexionar, algo que podamos contar a otras personas. Por ejemplo, una película con un mensaje profundo sobre la amistad y que no me canso de ver es Volver al Futuro; esa amistad profunda entre el Doc y Marty es única y de verdad pasó la prueba del tiempo.
Pero hay otra historia que es más profunda aún: la historia de vida que tenemos tú y yo junto a Jesucristo. Esta historia parte así: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Y el segundo es: Ama a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más importante que estos” (Marcos 12: 30-31. Nueva Biblia Viva). Mientras vives esta historia de amor con tu salvador, tienes la oportunidad de transmitir lo que recibes de tu primer amor a otros. Solo recuerda la historia de la mujer samaritana, quien experimentó el amor de Cristo a tal punto que literalmente salió corriendo a contar si historia con otros. Por eso ¿y qué tal si esta vez nos identificamos con la mujer samaritana? Así como fue amada, y como luego compartió su historia.
Mientras vives esta historia de amor con tu salvador, tienes la oportunidad de transmitir lo que recibes de tu primer amor a otros
Jesús siempre enseñó que el reino de Dios se había acercado y que, por lo tanto, debían arrepentirse de sus pecados y reconocer a Dios como su único padre; y nosotros debemos hacer lo mismo, el problema es que muchas veces transformamos el evangelio en algo rutinario o mecánico en que simplemente declaramos un mensaje, pero no la profundidad de quién se trata ese mensaje; la mujer samaritana, quien después de hablar con Jesús en el pozo salió corriendo a su pueblo diciendo: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo? Entonces salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús” (Juan 4:29-30, NBV). Fíjate que la mujer cuando compartió de lo que Jesús había hecho en ella no dijo “me siento libre”, más bien fue “vengan a conocer a mi libertador”. Luego de toda la vergüenza y dolor que traía en su corazón, ella recibió esa agua de vida y necesitaba decirles a los demás lo que había sucedido y principalmente, presentarles a quien lo había hecho. Es importante recordar que contar a otros de nuestro Salvador no es un deber por deber, sino que debe ser una demostración de amor por quien no conoce a Jesús como su Señor y Salvador. Contar tu historia y como Cristo ha cambiado tu vida, es un acto de amor porque Dios te amó primero y entiendes que Dios ama a las personas perdidas, por eso expresa ese amor hablando de tu historia junto a tu Salvador.
Contar tu historia y como Cristo ha cambiado tu vida, es un acto de amor porque Dios te amó primero y entiendes que Dios ama a las personas perdidas
Sigue buscando y salvando a quien se ha perdido, hablar a otros de que hay esperanza en Cristo es algo que está en el centro del corazón del Padre. No pierdas la oportunidad de que tu historia transformada por la historia de Cristo sea contada a quien la necesite escuchar.
Dios te bendiga
Así como Dios se fijó en mí cuando más lo necesitaba y me dió libertad como la mujer Samaritana, hoy entiendo que no debemos callar, porque somos instrumentos en sus manos para ir y salvar al que no tiene ninguna esperanza.
Aveces nos complicamos para compartir a Jesús, quizás porque la cultura religiosa nos acostumbro a tener ciertos estándares que Dios no nos pone, compartir a Jesús con lo que ha hecho en nuestra vida es esencial y es una manera de evangelizar que todos podemos utilizar….
Cuéntame, cuéntale, cuéntales. precioso mensaje. Gracias Andrés.