¿Alguna vez te has preguntado si realmente vale la pena ser parte del cuerpo de Cristo? Estamos hablando de un grupo de personas como tú y como yo. Es decir, con maneras imperfectas, dañadas, con heridas, adicciones, llenas de intolerancia, y con un amor imperfecto que tiene la tendencia de echarlo todo a perder, especialmente cuando se trata de relaciones humanas.
Cuando hablamos de la iglesia, también hablamos acerca de que Jesucristo compró su iglesia con su sacrificio en la cruz. La palabra nos dice en Efesios 5:23 (Reina Valera 1960), que "el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador”. Por lo tanto, un cuerpo, “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros" (Romanos 12:4-5 (RVR,1960). El cuerpo de todo ser humano está formado por una sola unidad, con distintas partes, pero con una función específica. Así mismo debe ser la iglesia de acuerdo a la descripción que nos entrega la biblia.
Cuando hablamos de la iglesia, también hablamos acerca de que Jesucristo compró su iglesia con su sacrificio en la cruz
Ahora, formulémonos nuevamente la pregunta, ¿vale la pena ser parte del cuerpo de Cristo?
A continuación, te entrego cinco razones del por qué vale la pena ser parte de la iglesia:
1. En la iglesia experimentamos comunión. Piensa que muchas personas encuentran una familia, un hermano/a, un padre o simplemente llenan un vacío del corazón. Recuerda que tanto tú como yo formamos parte de ello, y estamos llamados a vivir en amor y comunión para con los demás, ¡sigue intentándolo!
2. En la iglesia somos parte del cuerpo de Cristo. Tal como señala la palabra, “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1ª Corintios 12:27, RVR 1960), ¡qué gran privilegio! Estamos unidos en salvación, y es solo dentro del cuerpo de Cristo donde encuentras tu valor único.
3. En la iglesia crecemos y maduramos. Junto a los hermanos, tratamos de reflejar el carácter de Cristo; ¿te imaginas una iglesia con gente perfecta?, ¿qué sentido cobraría lo que enseña la biblia?, ¿de qué maneras podríamos mejorar en amor hacia el otro?, ¿cómo podríamos experimentar el amor de Dios en nuestras vidas?, ¿de qué forma podríamos ser salvos y vivir con esperanza? A nivel intelectual, quizás es fácil de entender, pero es difícil a nivel de corazón ya que, como seres humanos, tendemos al caos, y eso nos hace ser seres necesitados de Dios. Es en ese punto donde se cumple Su palabra y el sacrificio que Jesús hizo por nosotros en la cruz, el cual marca un antes y un después, y lo sigue haciendo hasta nuestros días. Nos vamos perfeccionado en Cristo a través de su iglesia. Esto nos ayuda entender y descansar en que, el ser parte del cuerpo de Cristo no es una competencia, sino una transformación constante para llegar a la eternidad.
4. En la iglesia podemos experimentar el acto de servir a otros. Poniendo nuestras habilidades, dones y capacidades al servicio de aquellos que más lo necesitan, engrandecemos Su reino aquí en la tierra.
5. En la iglesia recibimos enseñanza, instrucción y discipulado. Luego, debemos hacer lo mismo con otros en amor. A esto fuimos llamados, a compartir el evangelio. Ser parte de una Iglesia no solo implica recibir a nivel personal, sino también transmitir y tener la necesidad de compartir lo que Dios hace con nosotros y en las vidas de los demás.
El cuerpo de todo ser humano está formado por una sola unidad, con distintas partes, pero con una función específica. Así mismo debe ser la iglesia de acuerdo a la descripción que nos entrega la biblia.
Para reflexionar:
¿Le estoy dando el valor a mi iglesia local?
¿Estoy experimentando comunión?
¿Estoy sirviendo a mis hermanos con mis dones y habilidades?
¿Estoy discipulando a otros en amor?
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