Quiero comenzar este artículo con una pregunta: ¿cuál ha sido el momento más alegre de tu vida? Tal vez ese momento haya sido tu matrimonio, el nacimiento de un hijo, o un logro personal o profesional. Sin embargo, nuestra respuesta más genuina debería ser: “mi mayor alegría fue encontrarme con el Señor y aceptarlo en mi vida”. Tener a Jehová como Padre, a Jesucristo como Señor y Salvador, y al Espíritu Santo como guía y consuelo constante es, sin duda, motivo suficiente para llevar una vida plena. “Mi Dios, pues, suplirá toda necesidad de ustedes conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19, Reina Valera Actualizada).
Un discípulo es aquel que se encuentra constantemente con su Señor y recuerda que toda enseñanza proviene de Él
Como hemos visto en este blog, un discípulo es aquel que se encuentra constantemente con su Señor y recuerda que toda enseñanza proviene de Él. Con esto en mente, podríamos pensar que tiene la vida resuelta. Sin embargo, debemos recordar lo que dice el evangelio del Apóstol Juan: “Les he hablado de estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!” (Juan 16:33, RVA). El Señor siempre prepara un banquete, incluso en medio del dolor y la angustia, tal como se expresa en el Salmo 23.
El Señor es quien se encarga de dar descanso a tu alma, incluso en ese valle de sombra y de muerte en el que te puedas encontrar. En cada momento, Él está pendiente de ti, por lo que no debes preocuparte por lo que le corresponde hacer. Un discípulo puede cansarse y fatigarse, pero el Señor renueva las fuerzas de quienes no tienen ninguna (Isaías 40:29-31).
El trabajo del discípulo debe realizarse a partir de la presencia constante de Dios en su vida y no por sus propias fuerzas
El trabajo del discípulo debe realizarse a partir de la presencia constante de Dios en su vida y no por sus propias fuerzas. Es el Señor quien restaura, provee y restituye lo que se ha perdido, permitiendo que cumpla su llamado incluso en medio del dolor que pueda estar atravesando. Para nuestro Señor, el cansancio y la angustia no son indiferentes, ya que Él mismo los experimentó momentos antes de ser entregado por Judas. Fue completamente transparente ante sus discípulos, consciente de que estaba a punto de entregar su vida por todos nosotros, lo que representó un tremendo peso para su humanidad. A pesar de la magnitud de lo que estaba por vivir, eligió compartir ese momento con un grupo de sus discípulos, orando por la voluntad del Padre.
La posición de liderazgo (o, más precisamente, de servicio) que tiene un discípulo no lo exime de compartir su corazón con alguien de confianza
La posición de liderazgo (o, más precisamente, de servicio) que tiene un discípulo no lo exime de compartir su corazón con alguien de confianza. Por ello, este es un llamado a ser sincero con lo que estás viviendo y a rodearte de alguien que te brinde apoyo en esos momentos. No te engañes, ya que “engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9, RVA).
¿Cuándo fue la última vez que alguien te acompañó en tu Getsemaní? ¿Con quién compartes tus necesidades, dolor o angustia?
¿Cuándo fue la última vez que alguien te acompañó en tu Getsemaní? ¿Con quién compartes tus necesidades, dolor o angustia? Recuerda que “mejor son dos que uno solo, pues tienen mejor recompensa por su trabajo” (Eclesiastés 4:9, RVA). El Señor renueva sus bendiciones sobre tu vida cada día, y esa bendición puede manifestarse a través de tu familia o de un hermano o hermana de tu iglesia local.
Que el Señor te bendiga.
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