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Soledad Serrano

La importancia de una relación íntima con Jesús.


Como seres humanos, las relaciones personales son fundamentales en nuestras vidas; nos brindan propósito y significado en nuestro día a día. Todos necesitamos tener a alguien cercano, alguien que nos apoye en los momentos difíciles y que nos corrija cuando nos equivocamos. Para ello, es esencial contar con una persona de confianza, a quien podamos acudir y encontrar en ella un lugar seguro. La confianza no nace de la noche a la mañana; es un proceso que se desarrolla con el tiempo. Cuanto más me acerco a una persona, más la conozco y más fuerte se vuelve el vínculo entre ambos. Aprendemos a amar, a escuchar, a comprender, a ser compasivos y a perdonar.


La confianza no nace de la noche a la mañana; es un proceso que se desarrolla con el tiempo. Cuanto más me acerco a una persona, más la conozco y más fuerte se vuelve el vínculo entre ambos

Cuando tenemos una relación más profunda con alguien, deseamos pasar tiempo con esa persona, compartir nuestras penas y alegrías, o simplemente necesitamos saber de ella. Escuchar su voz, recibir su abrazo y valorar su opinión se convierten en prioridades. Hacemos todo lo posible para que se sienta bien y evitar hacerle daño. La conocemos tanto que sabemos qué cosas le molestan, cuáles la hacen feliz o la entristecen.


Cuando tenemos una relación profunda y constante con alguien tendemos a parecernos a esa persona. Esto ocurre, por ejemplo, en nuestra infancia con nuestros padres; adoptamos sus gustos, costumbres, e incluso,  hablamos como ellos. El haber pasado tiempo con ellos desde una edad temprana nos lleva a imitar ciertas conductas. Aunque nos enseñan valores, creencias y hábitos, la mayoría de las cosas las aprendemos mediante la observación. Llegamos a parecernos tanto a ellos que las demás personas suelen decirnos “eres igual a tu mamá” o “eres igual a tu papá “.


Así como cultivamos las relaciones personales—ya sea en la amistad, el trabajo o la familia—y logramos establecer lazos profundos, llegando a conocer casi todo del otro, también debemos hacer lo mismo con Jesús. No se trata solo de leer sobre Él o de acumular información, sino de pasar tiempo con Él. Necesitamos momentos a solas en los que podamos escuchar su voz, sentir su abrazo y disfrutar de su compañía.


Cuando tenemos una relación personal y diaria con Jesús, llegamos a conocerlo de tal manera que estar conectados a Él se convierte en una necesidad. Podemos establecer esta conexión a través de la lectura de su palabra, de la alabanza y adoración, y, sobre todo, mediante la oración. En la oración, a menudo experimentamos una conversación como la de grandes amigos, y en otras ocasiones, como la de un padre que nos educa, nos fortalece y nos guía en nuestro día a día.


Cuando tenemos una relación personal y diaria con Jesús, llegamos a conocerlo de tal manera que estar conectados a Él se convierte en una necesidad

Cuando conocemos a Jesús, nuestra vida comienza a reflejar su carácter. Poco a poco, nos vamos moldeando a su amor, humildad, paciencia y comprensión. Sentimos un amor creciente hacia los demás, incluso hacia aquellos que no nos agradan o con quienes no estamos de acuerdo. Conocer a Jesús es reconocer el valor de cada persona como Él lo hacía y desear ser una bendición en sus vidas. Es comprender que, sin Él, nada somos (Juan 15:5). Quien realmente lo conoce sabe que sus logros y propósitos están ligados a Él. Este reconocimiento nos lleva a una humildad constante y a una dependencia de Él en cada área de nuestra vida.


Cuando conocemos a Jesús, nuestra vida comienza a reflejar su carácter. Poco a poco, nos vamos moldeando a su amor, humildad, paciencia y comprensión

Así como seres humanos nos esforzamos para tener relaciones personales saludables y profundas con otras personas, también debemos esforzarnos para llegar a tener una relación profunda con Jesús, primero porque Él me amó primero y dio su vida por ti y por mi y,  segundo, es la única relación fiel, verdadera, genuina y sin condición alguna. Jesús siempre estará ahí para abrazarte, para sostenerte y para entregarte más de lo que necesitas, es el único que cumplirá todas sus promesas.  Conocerle no es una meta que abrazamos de una vez, sino una relación que crece día a día a través de su palabra, de la oración, de la obediencia y del amor hacia los demás. Así podemos llegar a ser más como El.


Te invito a que evalúes cada área de tu relación con Jesús y permite que el Espíritu Santo te guíe y te acerque cada día más a nuestro Señor. Como dijo Pablo en Filipenses 3:10 “Quiero conocer a Cristo y experimentar el gran poder que lo levantó de los muertos”. Que este sea también nuestro deseo.


Conocerle no es una meta que abrazamos de una vez, sino una relación que crece día a día a través de su palabra, de la oración, de la obediencia y del amor hacia los demás. Así podemos llegar a ser más como El.

¿Te has preguntado lo hermoso que sería que nos dijeran: “Eres igual a Jesús”?

Que el Señor te Bendiga.

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