Creo que para muchos de nosotros Navidad es una de las épocas más lindas del año. Es un tiempo dónde las calles y las casas se llenan de luces y de música alegre que nos recuerda que un niño nació en Belén. También vemos pesebres pequeños, y grandes como del tamaño de una persona real, incluso en algunas instituciones como colegio, universidades, municipalidades, juntas de vecinos, se realiza un pesebre viviente que relata la hermosa noticia del nacimiento de Jesús. Esto llena nuestro corazón y nos hace estar más felices y con un dejo de esperanza. Sin embargo, termina esta temporada y ya casi nadie parece recordar a Jesús, hasta que se acerca la Semana Santa y todos vuelven a acordarse de que el niño que nació en un pesebre en Belén ahora muere por la humanidad. Muchos sienten nostalgia, hasta angustia al recordar este suceso en diferentes películas y series. Pero ¿Jesús es solamente esto?
Jesús trasciende el tiempo y el espacio, amándonos de antes que el mundo existiera
Jesús no se limita sólo a estas épocas del año, como muchos creen. Incluso algunos cristianos se limitan a ver a Jesús sólo en su paso en la tierra, viéndolo simplemente como un niño que nació en un pesebre que, 33 años después entrega su vida por cada uno de nosotros. Esto es maravilloso, pero la realidad va mucho más allá. Jesús trasciende el tiempo y el espacio, amándonos de antes que el mundo existiera. Algunos se preguntarán ¿cómo es posible esto?
La Biblia nos dice en Juan 1:1-3 y Colosenses 1:15-18, que Jesús siempre ha existido, no fue creado; Él creo todas las cosas. Este concepto desafía nuestras limitadas percepciones del tiempo y espacio. Antes de que el mundo fuera formado, Jesús ya estaba presente, participando en la creación como agente divino de Dios. El comprender esto nos invita a contemplar la profunda conexión entre el Creador y su creación, revelando que Jesús no sólo es el protagonista de la historia humana, sino también su arquitecto.
Todo ha sido creado con un propósito especifico y un amor incondicional. Cada detalle del universo está diseñado para mostrarnos su amor y cuidado, desde el sol en el cielo hasta el latido de nuestro corazón.
Jesús no sólo es el protagonista de la historia humana, sino también su arquitecto
La preexistencia de Jesús también tiene implicaciones significativas para su identidad y su papel en el plan de salvación. Él no fue simplemente un hombre extraordinario que apareció un día en la historia hace dos mil años, sino que es el Hijo de Dios, quien voluntariamente renunció su Gloria Celestial para tomar una forma humana y reconciliar la humanidad con Dios.
¡Que verdad tan maravillosa! Esto nos ofrece consuelo y esperanza. Antes de que nos enfrentemos a cualquier desafío de la vida, Jesús ya ha transitado por el camino que estamos a punto de recorrer. Su preexistencia nos garantiza que no estamos solos en nuestras luchas, sino que contamos con un salvador que comprende nuestras debilidades y está dispuesto a sostenernos en todo momento.
Su preexistencia nos garantiza que no estamos solos en nuestras luchas, sino que contamos con un salvador que comprende nuestras debilidades y está dispuesto a sostenernos en todo momento
Jesús es mucho más que un niño nacido en un humilde pesebre en Belén; es una realidad que trasciende nuestra comprensión finita. Esto nos invita a adorarle como el eterno hijo de Dios que vino a traer luz a un mundo en tinieblas y ofrecer una vida abundante a todos los que le reciben.
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