Hace un tiempo mi esposa me habló de una película que entregaba un mensaje muy poderoso respecto a la identidad que debemos tener en Cristo. Esta película se llama “Vencedor” y trata sobre el cambio que debe asumir un entrenador de básquetbol cuando, por razones presupuestarias, recortan su equipo, y se ve obligado a optar por otra disciplina que inicialmente no le entusiasma, pero, que finalmente, abraza con muchas dudas. En ese nuevo deporte, se encuentra con una alumna que tiene potencial en carreras de campo, y su padre, quien está hospitalizado. En un momento crucial de la película, el padre le pregunta al entrenador de su hija: ¿Quién eres?, buscando llegar al fondo de su corazón, después de varias respuestas, la última que entregó fue: “SOY CRISTIANO”.
La vida del entrenador se enfocaba en los logros que conseguía en el básquetbol, incluso por encima de su vida espiritual y familiar; esto no es lo que desea el Señor para sus hijos: “Pero busquen primero su reino y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33, Nueva Biblia de las Américas). Seguramente en sus congregaciones siempre les mencionan que “somos ciudadanos de Chile, Perú, Venezuela, etcétera… pero primeramente somos ciudadanos del reino”. Cada nación debe tener una constitución en la cual se basen todas las leyes por las que se rigen sus habitantes y, al ser ciudadanos del cielo, hijos del Dios creador, omnisciente, omnipresente y todopoderoso, debemos conocer nuestra propia constitución, que es la palabra de Dios.
Al ser ciudadanos del cielo, hijos del Dios creador, omnisciente, omnipresente y todopoderoso, debemos conocer nuestra propia constitución, que es la palabra de Dios.
Recordemos el momento en que adquirimos un producto: para armarlo, es fundamental leer muy bien las instrucciones para que, finalizar su armado, podamos decir “¡He terminado!”. Al estudiar el manual de usuario, nos sentiremos seguros de su uso y en caso de cualquier desperfecto, podremos recurrir al manual para encontrar solución. Aunque se dice que en la vida de una persona no hay un manual de instrucciones, esto está lejos de la realidad, ya que en la palabra del Señor encontramos todo lo necesario para hacer frente a cada situación de nuestra vida: “Todo lo que está escrito en la Biblia es el mensaje de Dios, y es útil para enseñar a la gente, para ayudarla y corregirla, y para mostrarle cómo debe vivir. De ese modo, los servidores de Dios estarán completamente entrenados y preparados para hacer el bien” (2 Timoteo 3:16-17, Traducción Lenguaje Actual). Por lo tanto, podemos afirmar con certeza, que la vida de un hijo de Dios debe basarse en la relación íntima que debe tener con el Padre, tanto en oración, comunión con los hermanos y en la lectura diaria de la Palabra de Dios, tal como dice en el libro de Josué: “Nunca dejes de leer el libro de la Ley; estúdialo de día y de noche, y ponlo en práctica, para que tengas éxito en todo lo que hagas” (Josué 1:8, TLA).
Si conociéramos más y mejor nuestra constitución del cielo, tendríamos una perspectiva más cercana a la voluntad del Padre sobre nuestras vidas.
Si conociéramos más y mejor nuestra constitución del cielo, tendríamos una perspectiva más cercana a la voluntad del Padre sobre nuestras vidas. Así como el entrador de la película, que comenzó a poner la palabra del Señor en el centro de su vida antes de cualquier ocupación en este mundo, dejaremos que sea el SEÑOR quien nos guíe en nuestros momentos de logros, o incluso fracasos.
Y tú, ¿tienes a la palabra del Señor en el lugar correcto? ¿Cuántos minutos al día, a la semana, mes y año destinas para la lectura de la Biblia? De veinticuatro horas diarias, si destinamos ocho horas al trabajo y ocho horas al sueño, nos quedarían ocho horas exclusivas para leer o escuchar la palabra. No pierdas la oportunidad de conectarte con nuestro Padre en cada día y a cada hora.
Que Dios te bendiga.
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