Según la Real Academia Española, el término "madurez" cuenta con tres acepciones: 1) Condición o estado de maduro; 2) Período de la vida en el que se ha alcanzado la plenitud vital y aún no se ha llegado a la vejez; y 3) Buen juicio, prudencia o sensatez (https://dle.rae.es/madurez). A partir de lo anterior, podemos entender que la madurez es fundamental para el desarrollo de una persona, ya que influye en cómo reacciona ante diversas situaciones y en las decisiones que toma, lo que a su vez determina las consecuencias que se derivan de ellas. Sin embargo, ¿son estos significados suficientes para comprender lo que implica la madurez para un discípulo? Creo que es necesario ampliar la definición y entender la madurez como “un proceso de transformación constante enfocado en el crecimiento y desarrollo” (Pr. Franklin Iriarte). No obstante, de esta definición surge otra pregunta: ¿quién determina el parámetro que utilizamos para evaluar nuestra madurez?
En el libro de Efesios, el apóstol Pablo nos dice: “Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo” (Efesios 4:13, Nueva Traducción Viviente). Sin duda, esta debe ser la definición que debemos considerar, ya que incluye nuestro modelo a seguir: “Y ustedes deberían imitarme a mí, así como yo imito a Cristo” (1 Corintios 11:1, NTV). Cristo es a quien debemos observar para comprender cómo nos encontramos en ese proceso de transformación.
Cristo es a quien debemos observar para comprender cómo nos encontramos en ese proceso de transformación.
Para que se produzca el desarrollo de la madurez, es necesario que existan una serie de hitos o momentos clave que permitan calibrar nuestra vida, reflejando así el cambio que el Señor ha realizado en nosotros. Por ello, me gustaría que respondieras algunas preguntas:
1) ¿Cuándo fue la última vez que conversaste con el Padre? (Lucas 6:12).
2) ¿Cuando te sentiste exhausto, a quién acudiste? (Salmo 23).
3) En enfermedad, ¿culpas a alguien? (Job 17:1-3).
4) ¿Te han traicionado?, ¿Cómo reaccionas en ese momento? (Mateo 26:49-64).
5) Si tienes un problema con otra persona, ¿Qué haces? (Mateo 18:15-17).
6) ¿Eres obediente a la voz de Jesús? (Hechos 9:10-17).
7) ¿Cuál es el motor de tu vida? (1 Corintios 13).
Considerando todo lo anterior, podemos comprender que un discípulo es alguien que ha visto a Jesús como un modelo absoluto de vida e intenta constantemente seguir sus pasos, transmite sus enseñanzas, reacciona y responde como Él, entiende que el servicio a otros se antepone al interés propio, se duele por las injusticias y el dolor ajeno, se entrega sin poner condiciones y, lo más importante, privilegia el tiempo de calidad con el Padre, porque de Él proviene todo lo necesario para seguir el proceso de transformación.
Un discípulo es alguien que ha visto a Jesús como un modelo absoluto de vida e intenta constantemente seguir sus pasos.
Hermanos, aprovechemos cada instancia para seguir a nuestro Señor, buscando siempre su presencia en nuestras vidas. Confiemos en que nos acompaña incondicionalmente y que, en cada situación que debamos enfrentar, podremos aprender, porque, tal como señala la escritura: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos” (Romanos 8:28, NTV).
Que el Señor te bendiga.
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