Todos dejamos un legado. Esta aseveración puede sonar un tanto presuntuosa, sin embargo, es absolutamente cierta. Tu legado puede ser tangible, como posesiones materiales, por ejemplo, o puede ser intangible, como valores, enseñanzas o creencias. Lo importante, es que lo construyes tú en base a tus decisiones, acciones o a las relaciones que hayas cultivado en transcurso de tu vida. El legado de un cristiano tiene un significado mucho más profundo; se trata de un legado de fe que tiene el potencial de impactar a generaciones futuras.
El legado de un cristiano tiene un significado mucho más profundo; se trata de un legado de fe que tiene el potencial de impactar a generaciones futuras.
Recuerdo a mi abuelo como un hombre sencillo, y, a pesar de todas sus luchas e imperfecciones, estaba lleno de amor por Dios. Él fue el primero que me habló de Jesús y desde pequeña, me enseñó a orar y a cantar alabanzas. Es lo poco que recuerdo, porque partió a la presencia del Señor, cuando yo era muy niña. Un domingo, mientras una persona compartía su testimonio con la congregación, me sorprendió escuchar que había sido mi abuelo, quien le dio a conocer el plan de salvación, y que Jesús lo había usado poderosamente mientras ella atravesaba momentos muy difíciles de su vida. Mi abuelo, a pesar de no ser una persona influyente, ni haber acumulado riquezas durante su vida, dejó una huella imborrable.
Este legado debe estar orientado a la fe, pues es lo único que puede impactar de manera duradera y significativa
Como discípulos de Cristo, nuestro llamado es a dejar un legado que trascienda lo temporal y lo material. Este legado debe estar orientado a la fe, pues es lo único que puede impactar de manera duradera y significativa. El apóstol Pablo habla de este tipo de legado cuando menciona a Loida, Eunice y Timoteo en su carta a Timoteo:
"Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también" (2 Timoteo 1:5: Reina Valera 1960).
Este es un claro ejemplo de cómo la fe es transmitida de una generación a otra. Loida, fiel a Dios, traspasó su fe a su hija Eunice, y esta hizo lo mismo con su hijo Timoteo, discípulo de Pablo y obrero incansable del Señor, quien tuvo un papel fundamental en la expansión del Evangelio.
El legado que dejamos no puede ser fruto de una religión vacía, carente de propósito, ni de un conocimiento superficial de Dios.
El legado que dejamos no puede ser fruto de una religión vacía, carente de propósito, ni de un conocimiento superficial de Dios. Para que nuestro legado impacte, debemos haber vivido y mostrado a Cristo a lo largo de nuestra vida. Solo un encuentro genuino y transformador puede inspirar a otros a buscar esa misma relación profunda con Dios, convirtiendo nuestras experiencias en una luz de esperanza y fe para las generaciones futuras.
Querido discípulo de Cristo, ¿te has puesto a pensar en tu legado? ¿cómo quieres que te recuerden tus hijos, tus amigos, tus hermanos en la fe?
Te leo en los comentarios.
Dios te bendiga.
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