Cuando comencé a caminar de la mano del Señor, me preocupaba profundamente mi relación con Él y cómo fortalecer mi conocimiento de Su Palabra, así como buscar la llenura del Espíritu Santo. Mi mayor deseo era pasar más tiempo con Dios y experimentar, día a día, el gozo que encontramos en Su presencia. Con el tiempo, y a medida que fui adquiriendo mayor madurez espiritual, comprendí que el amor al prójimo implica mostrar a Jesús y compartir con el mundo el mensaje del Evangelio. Fue entonces, que asumí el compromiso de discipular.
Con el tiempo, y a medida que fui adquiriendo mayor madurez espiritual, comprendí que el amor al prójimo implica mostrar a Jesús y compartir con el mundo el mensaje del Evangelio
Una de las hermanas con quien compartí un tiempo de bendición llamado discipulado, tenía un significado especial para mí: era mi querida prima. Las preocupaciones del mundo y diversos sucesos que tuvo que vivir, la alejaron de su congregación, más nunca de su fe. Su lucha interna y su deseo de reconectar con Dios hicieron que un día, aceptara la invitación a mi iglesia y, desde momento, iniciamos juntas un viaje en el que logró un rencuentro personal con Cristo.
Jesús nos llamó a cumplir la Gran Comisión: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19-20, Reina Valera 1960). A menudo pensamos en esto como una tarea para alcanzar a nuestro entorno, pero nos olvidamos de nuestro entorno más importante: nuestra propia familia.
A menudo pensamos en esto como una tarea para alcanzar a nuestro entorno, pero nos olvidamos de nuestro entorno más importante: nuestra propia familia.
La familia es nuestro lugar más seguro, donde podemos experimentar nuestra fe de la manera más pura y sincera. Es allí donde podemos mostrarnos de manera más auténtica, compartiendo nuestro amor por Cristo de forma cercana e íntima. Compartir este amor, significa también enseñar y guiar a nuestros seres queridos a la verdad del Evangelio.
A continuación, te propongo tres pasos prácticos para llevar a cabo la misión que Cristo nos encomendó, dentro de nuestra familia:
1. Vive el Evangelio en tu hogar: El primer paso para ser un discípulo en tu familia es modelar el Evangelio. Esto significa que tus acciones deben reflejar la fe que profesas. Tus hijos, cónyuge y otros familiares no solo escucharán tus palabras, sino que observarán tu conducta. Lee Efesios 5:1-2.
2. Enseña la Palabra de Dios a tu familia: Puedes crear un ambiente en tu hogar donde se estudie la Biblia regularmente. Esto puede ser a través de devocionales, oraciones, tiempos de alabanza juntos y conversaciones abiertas sobre la Palabra. Como discípulo de Cristo, tu responsabilidad es guiar espiritualmente a tu familia, asegurándote de que conozcan las enseñanzas de Jesús. Lee Deuteronomio 6:6-7.
3. Ora y confía en el Espíritu Santo: El tercer paso es depender del Espíritu Santo en la misión de discipular a tu familia. No siempre tendremos las palabras correctas o la sabiduría perfecta, pero Jesús nos prometió que el Espíritu Santo nos guiará y ayudará. Lee Juan 16:13. La oración es esencial en el proceso. Ora por la conversión, crecimiento y fortalecimiento espiritual de tus seres queridos. Ora por sabiduría para ser un buen discipulador y confía en que el Espíritu Santo obrará en aquellos corazones.
Te dejo también estas preguntas para que las respondas en los comentarios:
¿Cómo puedes demostrar el amor de Cristo a tus hijos, esposo(a) o familiares esta semana?
¿Estás dedicando tiempo para leer la Biblia y orar con tu familia?
¿Estás orando por la salvación y crecimiento espiritual de tu familia?
La Gran Comisión comienza definitivamente en nuestro hogar. Si aplicas los tres pasos, estarás discipulado a tu familia. Recuerda, ser discípulo en tu familia no es solo un deber, es también la oportunidad de transformar vidas y salvar a las generaciones que están por venir llenándolas del amor y la esperanza que solo Cristo puede ofrecer.
Dios te bendiga.
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