Ser un discípulo maduro no se mide por el tiempo que llevamos asistiendo a la iglesia
ni por los años transcurridos desde que aceptamos a Jesús como nuestro Señor y
Salvador. Va mucho más allá; implica reflejar a Cristo en nuestra vida a través de cada
palabra y acción.
La madurez Espiritual es un proceso continuo, que se construye día a día, y que requiere de obediencia, compromiso y adoración
La madurez Espiritual es un proceso continuo, que se construye día a día, y que requiere de obediencia, compromiso y adoración. Llegar a la madurez está al alcance de todos. ¿Qué pasos debo seguir para lograrlo?
I.- Tener una relación constante con Dios.
Si queremos ser discípulos maduros es nuestro deber acercarnos diariamente a nuestro Padre.
Si queremos llegar a ser un discípulo maduro no podemos tener una relación superficial
con Dios, no podemos conformarnos con una Fe esporádica. Debemos tener una
relación firme con nuestro Padre a través de la lectura diaria, la oración y la adoración.
Estos hábitos son fundamentales para crecer y parecernos más a Cristo. Lucas 9:23 (Nueva versión Internacional), dice: “ Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su Cruz cada día y me siga”. Si queremos ser discípulos maduros es nuestro deber acercarnos diariamente a nuestro Padre.
II.- Ser obedientes.
Un discípulo maduro se esfuerza por cumplir los valores del reino
Un discípulo maduro se esfuerza por cumplir los valores del reino. Santiago 1:22 dice: “No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica”. No sólo debemos leer o escuchar la palabra, sino también poner en práctica lo que se
nos enseña. Al poner en práctica lo que nos dice el Señor en su palabra, experimentaremos los
frutos del Espíritu, que menciona Pablo en Gálatas 5:22-23, Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe, Mansedumbre y Templanza, éstos se ven reflejado, principalmente en nuestro trato con los demás. Un discípulo maduro, refleja a Cristo, esto es evidente para quienes lo rodean.
III.- Servicio y Amor a los demás.
Jesús vino para dar y servir. Asimismo, estos verbos deben definir nuestra vida como discípulo.
Un discípulo maduro no se llena de conocimiento para sí mismo, lo usa para modelar a
otros, guiarlos y acompañarlos por el camino de Cristo, por el tiempo que sea necesario. Para un discípulo, el servicio no es algo que tiene en su agenda, o algo que hacer si le sobra tiempo. El servicio es algo primordial en su vida. La palabra es clara cuando dice: “Así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate de muchos” ( Mateo 20:28 NVI). Jesús vino para dar y servir. Asimismo, estos verbos deben definir nuestra vida como discípulo.
IV.- Capacidad de discipular a otros.
El discipular a otros es un mandato de Cristo que sólo los discípulos maduros pueden comprender y poner en práctica
El discipular a otros es un mandato de Cristo que sólo los discípulos maduros pueden
comprender y poner en práctica. Mateo 28:19 dice “Vayan y hagan discípulos a todas las naciones”. Un discípulo maduro invierte tiempo en discipular a otros y comparte sus conocimientos y experiencias ayudándoles a crecer espiritualmente a través de la palabra de Dios.
V.- Perseverancia en medio de las pruebas.
La madurez de un discípulo no se logra de la noche a la mañana; es un proceso que resulta de una vida comprometida con Dios
Un discípulo maduro entiende que las pruebas y dificultades que enfrenta en su vida
son parte de un proceso divino. Tiene la convicción de que Dios está en control y que
todo tiene un propósito. Por más difíciles que sean las circunstancias, su fe se
mantiene intacta. Este modo de vivir refleja su dependencia de Dios, ya que acepta Su
voluntad en todas las situaciones. Como se menciona en 1 Pedro 5:7 "Depositen en él
toda ansiedad, porque él cuida de ustedes."
La madurez de un discípulo no se logra de la noche a la mañana; es un proceso que
resulta de una vida comprometida con Dios. Implica buscar reflejar la luz de Cristo en
todo momento y lugar, desarrollando una dependencia total de Él. Esto se manifiesta
en la obediencia a Su Palabra, en la exhibición de los frutos del Espíritu y en el servicio
a los demás con amor y humildad.
Que cada día podamos acercarnos más a esa madurez, comprendiendo que no se
trata de ti ni de mí, sino de la Gloria de Dios.
El Señor te Bendiga.
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