Seguramente varios de ustedes han escuchado algo así: “Hoy nos reunimos para unir en santo matrimonio a esta pareja, que declara libremente aceptarse como marido y mujer, para ser fieles y mantenerse unidos en la abundancia y la pobreza, en salud y la enfermedad, en la juventud y en la vejez, siendo el Señor el centro de su relación cada día para que los dos sean una sola persona, hasta que la muerte los separe”. Sin duda el compromiso que representan estas palabras marca un antes y después en la vida de un hombre y una mujer; este acto representa una manifestación gráfica del desprendimiento de la exclusividad en el amor propio, transformado por la entrega total hacia la otra persona.
Nuestro Señor también nos hizo esa declaración al momento de nuestra conversión, y la realizó cuando sus discípulos le conocieron: “Vengan en pos de mí”
El inicio de este compromiso parte con ese primer encuentro, donde existe un intercambio de miradas y la pregunta de sus nombres, para luego de un tiempo pronunciar: “quiero que estés conmigo por el resto de mi vida”. Nuestro Señor también nos hizo esa declaración al momento de nuestra conversión, y la realizó cuando sus discípulos le conocieron: “Vengan en pos de mí”; la respuesta de ellos no fue con dudas o cuestionamientos, sino que entendieron el significado de ese llamado, porque “en seguida ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron” Mateo 4:22 (Dios Habla Hoy).
Al casarnos nadie nos enseña cómo es que debe ser ese amor o, dicho de otra forma, como debe ser el grado de compromiso que debemos tener pero, como siempre, nuestro Señor nos entrega una muestra del estándar que debemos perseguir, al haberse entregado en la cruz por cada uno de los habitantes de este planeta: “Traten a todos con amor, de la misma manera que Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios” Efesios 5:2 (DHH), “Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” Romanos 5:8 (DHH).
“Traten a todos con amor, de la misma manera que Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios” Efesios 5:2 (DHH)
Así, el compromiso con nuestra otra mitad debe ser completo, pero primero debe ser con nuestro Señor para que así, junto a nuestra familia, sigamos los siguientes principios:
1) Seguir a Cristo, administrando el llamado que nos ha hecho, y esperando su cumplimiento en ÉL.
2) No ser conformistas espirituales, sino que comprender las enseñanzas de Jesús, para entender lo que Dios nos quiere decir día a día (Josué 1:8).
3) Seguir cada instrucción de Jesús, de acuerdo con lo que nos dice Lucas 10:1-12.
4) Permitir que Cristo cambie nuestro carácter (Proverbios 16:18).
5) Tener una vida de iglesia (Hebreos 10:25).
6) Proyectar una vida productiva y leal (Mateo 25:14-30).
7) Actualizarnos (1 Timoteo 4:13).
8) Cumplir con la misión (Mateo 28:16-20).
¿En cuántos de estos compromisos debes crecer? Te invito a seguir comprometiéndote en tu relación con Dios, y todo lo que quieras en tu vida, de acuerdo con la voluntad del Señor, vendrá como una consecuencia de esa relación cercana con nuestro creador.
Dios te bendiga
Muy buen artículo y principios por los cuales guiar nuestra vida espiritual.